Cuando empezaba a oscurecer, me vestí y camine hasta su puerta. Apenas me atendió me di cuenta que algo andaba mal, tenía los ojos colorados. Solo dijo “Hola Fran, pasá por favor” con palabras secas y entrecortadas como cuando uno llora. Me senté en el diván de su living, testigo de cientos de petes y transas, y él, como quien acompaña a un invitado, trató de hacer lo mismo, con la diferencia que prácticamente se desplomó sobre las almohadas, y de pronto su cara se convirtió en una sola mueca seguido de un mar de lágrimas y sollozos. Muchas veces el silencio vale más que cualquier palabra de consuelo, me acerqué y lo abrace fuerte, como si fuese un nene indefenso que busca protección, y él se entregó por completo. Creo que fueron más de 10 minutos en los que los llantos fueron cesando hasta transformarse en quejidos y finalmente en silencio. “¿Ger me querés contar algo?”, se escucho un “SI” que hizo eco en la habitación y dentro de mi cabeza, como anticipando algo malo. “Flor tiene un atraso”, “¿Cómo un atraso? ¿De que hablas Geri?” mi corazón de repente empezó a latir fuerte, “Tengo miedo, vos sabes Fran, puede estar…”, de pronto sentí espesas gotas calientes que caían sobre mi cara, “¿Estar que?”, trague saliva e intente respirar, “Embarazada”.
No hablamos mas, me levanté casi por reflejo y camine hacia su cuarto, me desmoroné sobre su cama y casi en el acto el espacio que sobraba lo ocupó él, un segundo antes de dormirme creí escuchar “Te amo Fran”.
Jueves a la mañana me despertaron las vocecitas chillonas de los hermanos de Ger, de pronto me di cuenta que había pasado, nos habíamos quedado dormidos. Ger seguía acostado con lágrimas secas sobre su cara, salude a sus viejos y tomé café caliente que Cristina, la señora que trabaja en la casa, servía para la familia. Lo tomé tan rápido que sentí que mi garganta se cocinaba, la bronca hace que no pienses lo que haces. Los padres se mostraron amables, obviamente no sabían nada y tiraron algunas preguntas que respondí esquivamente. Volví al cuarto, nos miramos y nos comimos la boca, casi sin importarnos que nos viera alguien. “¿Vos estas seguro sobre lo que le pasa a Flor?”, “No… Tengo miedo Fran”, “Pero… si vos no te acostaste nunca con ella”, no hubo respuesta, ese silencio explicaba mejor que cualquier cosa lo que había pasado, Ger me mintió por mucho tiempo. Me dio la impresión que presenciaba un déjà vu; La tontita de Flor vestida de blanco, Ger enfundado en un traje pronunciando “Si, quiero” y yo fuera de la capilla tirando arroz como un pelotudo. Sentí como se desencajaban mis facciones, intente que no se notara mi bronca pero no pude, le dije muy sacado “Ah, sos un gran hijo de puta”, cerré la puerta del cuarto y salí de su casa sin saludar a nadie.
Entre el Sol que pegaba de lleno sobre la calle y las palabras de Ger que se repetían en mi cabeza como fantasmas, de casualidad pude escuchar mi celular que sonaba de forma insistente, pensé que seria Ger rogando perdón, o la pesada de Sofi con sus estupideces, pero me equivocaba. En el visor se leía “Fernando”, antes de atender pensé que debería tratar de calmarme y rechazar sus proposiciones educadamente para no mandarlo a la mierda, el flaco fue amable y me invitaba a su casa, el teléfono era ahora una tentadora manzana, una víbora enroscaba mis pensamientos más oscuros y me pedía a gritos que muerda, a veces la dulzura efímera de la venganza se siente bien aunque se termine convirtiendo inevitablemente en un error.